Los primeros rastros de presencia humana en el actual territorio de Rijeka remontan al paleolítico y el neolítico, y los restos de fortificaciones prehistóricas (Solin sobre Martinšćica, Trsatski brijeg y Veli Vrh – Gradišće sobre Rječina) a la edad de bronce y de hierro. Dicho asentamiento dominaba la bahía de Rijeka y defendía el puerto en la época de los ilirios (Liburna). Los romanos trasladaron el centro de la vida cerca del mar, en el margen derecho de la confluencia de Rječina en Jadran, en el sitio de la actual Ciudad Vieja. Los numerosos hallazgos arqueológicos testifican el nivel urbano de la Tarsatika romana (los cimientos de las murallas romanas, las paredes de los edificios, los restos de los baños termales, la puerta romana). Con tal ubicación en cuesta suavemente posicionada en una zona costera estrecha, con abundantes fuentes de agua dulce, bahía protegida con las características naturales del puerto, esta ciudad tenía todas las cualidades para convertirse en un puerto importante y una ciudad comercial.